¿Qué es jazz? (Segunda parte)

(Fragmento de mi libro Jazz en Gonzo)

Gonzalo Rojas produce una oda a los vientos de los primeros locos, en su poema Latin y jazz (2004, p. 173):

Leo en un mismo aire a mi Catulo y oigo a Louis Armstrong, lo reoigo

en la improvisación del cielo, vuelan los ángeles  en el latín augusto de Roma con las trompetas libérrimas, lentísimas, en un acorde ya sin tiempo, en un zumbido  de arterias y de pétalos para irme en el torrente con las  olas que salen de esta silla, de esta mesa de tabla, de esta materia que somos yo y mi cuerpo en el minuto de este azar en que amarro la ventolera de estas sílabas.

Es el parto, lo abierto de lo sonoro, el resplandor  del movimiento, loco el círculo de los sentidos, lo súbito de este aroma áspero a sangre de sacrificio: Roma  y África, la opulencia y el látigo, la fascinación  el ocio y el golpe amargo de los remos, el frenesí  y el infortunio de los imperios, vaticinio  o estertor: éste es el jazz,  el éxtasis antes del derrumbe, Armstrong; éste es el éxtasis,  Catulo mío, ¡Tánatos! 

Alaín Derbez (2010, p. 213) respira las palabras de Jaime Pericaz, quien en su libro Nuestro Jazz escribe:

Desde que Igor Stravinsky calificó el jazz como la música del siglo XX, la música sincopada se ha introducido en todos los países y en todos los ambientes, donde se considera como un alimento espiritual de avanzada. El jazz, para los puristas, nace de la nada. Es un movimiento musical que no tiene principio ni final, pero que siempre está fresco, lleno de vida y creación. En su vertiginoso recorrido por el mundo el jazz ha encontrado carta de naturalización en muchos países, donde se interpreta en todos sus matices, a los que se agrega además el tono peculiar de cada pueblo[…]. México, de unos años a la fecha[…], ha adoptado el jazz como una cosa propia. Gracias a la tradicional maestría y al talento reconocible de nuestros músicos puede asegurarse que existe ya el verdadero jazz mexicano, que incluso figura entre las manifestaciones de exportación que son bien recibidas en el extranjero[…].

Pero, a todo esto… ¿Qué es el jazz? La definición podría ser una distinta, de acuerdo a la cabeza, manos, pies y voz del mismo jazzista. “El jazz, como dice Eric Dolphy, es ‘música humana’, también Duke Ellington habló a menudo de ‘humanidad’ al tratar de música negra. Y JoAnne Brackeen ha dicho que jazz significa ‘hacer espiritual a la humanidad’” (Berendi, 1986, p. 10).

Un anciano negro está sentado a horcajadas sobre un gran tambor cilíndrico. Empleando los dedos y el borde de la mano golpea repetidamente el extremo del tambor, que tiene unos treinta centímetros de diámetro y está hecho probablemente con una piel de animal: produce una palpitante pulsación mediante golpes rápidos y secos. Otro percusionista, con su instrumento entre las rodillas, se le une con idéntico staccato. Un tercer hombre de color, sentado en el suelo, puntea un instrumento de cuerda, a cuyo cuerpo se ha dado forma toscamente a partir de una calabaza. Otra calabaza se ha convertido en un tambor improvisado, y una mujer lo golpea con palillos cortos. Una voz canta, y enseguida se le unen otras. Este toma y daca musical es acompañado de una danza aparentemente contradictoria, un jeroglífico móvil que por un lado parece informal y espontáneo mientras que en un examen más atento revela un carácter ritual y preciso. Es un baile de enormes proporciones. Una densa masa de cuerpos de piel oscura forma grupos circulares: quinientos[…]Esta escena podría desarrollarse en África. Pero en realidad se trata de la Nueva Orleans del siglo XIX (Gioia, 2002, p. 11).

El jazz también ha tendido a definirse en relación a sus orígenes, como la música que surge a partir de un sincretismo cultural ocurrido en América, en el que se mezclan las almas negras con los europeos que arrasaron a los indios americanos. El investigador de jazz, Gerald Coté, en el marco del Festival JazzUV 2012, que se realizó en Xalapa, Veracruz, apuntó que, partiendo de observaciones meramente sociales, la creatividad explota cuando existen movimientos altamente represivos. Coté indicó durante su conferencia que “si no hubieran existido los elementos extramusicales, el jazz no hubiera evolucionado”: la melancolía, el poder del jazz, se generaron bajo los suspiros de gente que vivió las grandes dificultades de vivir como piel oscura en terreno intolerante. El contenido rítmico y el ánimo del baile surgieron de una cotidianeidad, en la que cualquier objeto pudo servir como instrumento del cual se pudiese exprimir sonido.

¿Por qué diferentes actores sociales (sean grupos étnicos, clases, subculturas, grupos etarios o de género) se identifican con un cierto tipo de música y no con otras formas musicales? […] La música refleja o representa a actores sociales particulares, en pocas palabras, según el subculturalismo inglés, estilos musicales se conectarían, de manera necesaria, con actores sociales también específicos, a través de una suerte de resonancia estructural entre posición social, por una parte, y expresión musical por la otra (Vila, citado en Brito y Quesada, 2008, p. 37).