Festival Jazz: Lucio Sánchez

Por: Estefanía Romero Foto de portada: Iván Durán, 2018  

En honor al aniversario del primer disco de jazz en Veracruz: Festival Jazz, de Lucio Sánchez 14 de diciembre, 2012  

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Alci Rebolledo (guitarra), Lucio Sánchez (bajo), Humberto León (guitarra), Alejandro Bustos (saxofón), Rodolfo Jiménez (trompeta), Adolfo Sánchez (batería).

Alci Rebolledo llegó antes que los demás músicos a La Tasca. Cargaba su guitarra y jugaba con los sonidos de la pedalera. Saludaba a lo lejos a quienes iban entrando. Lucio Sánchez reía mientras me contó que Alci “pretendía” llegar a las 10:30: “le dije mejor que era a las 9:30, para que mínimo llegara media hora tarde”. Al parecer llegó más temprano de lo que se esperaba. Las congas de Javier Cabrera descansaban junto a la batería de Adolfo Álvarez. Humberto León terminaba de revisar las partituras, cambiando mil veces de posición. Al inicio las recargó en una bocina, después estaba en cuclillas, en otro momento se vio sólo sentado en la tarima. Rafael Jiménez esperaba en una silla con el resto de los invitados, entre los que llegué a encontrar gente de distintas generaciones. Diego Salas se sentó en mi mesa, para escuchar el concierto. Jeff, el pianista que los acompañaría en lugar del fallecido Picos, no se veía por ninguna parte. Sergio “Picos” Martínez murió hace tres años en el Teatro del Estado, mientras daba un concierto, un infarto le picoteó el corazón, cayó desvanecido, dejando un hueco en la memoria de sus amigos y un fuerte legado para el latin jazz que llegó a sublevarse en Xalapa.

Conocí a Ángel Luis, el bajista que todos me habían comentado antes. La plática se fue rápida mientras se llenaba el bar. El dátil comenzó a sonar. Cada músico colocado en su posición respectiva. El diablo se les soltó.

Los dedos de Lucio Sánchez apagaron el silencio, mientras que los de Alci, con un sonido de marimba en la guitarra, exprimió sensaciones panorámicas, pintadas de percusión. El color de los sonidos rodeaba a Humberto León (guitarra), abrazándolo, cortejándolo. Después pasaba hacia Rafael, que con años memoriosos acarició su trompeta. Jeff besaba el piano con pequeños pasos y, Alejandro Bustos, el joven que reemplazó al saxo ya fallecido, Poncho Martínez, abordaba las melodías con la enfermedad del talento. Espasmos alegóricos se fermentaban al momento de las improvisaciones. Samba, jazz, latin jazz, fusión, balada. La armonía florecía bajo los brazos de los grandes maestros xalapeños.

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La noche se fue tranquila, algunas copas de vino y uno que otro cigarrillo. Adolfo llevaba un termo sospechoso que, a juzgar por su alegría peculiar, pudo tratarse de café o de vino. “Jugo de uva comprimida”, le llamó él, bromeando.

Entre canciones surgieron palabras emotivas. Las cámaras de video, fotográficas, los jóvenes guardando el audio del concierto, todos se avocaban al aniversario de Lucio y de su primer disco, que resulta ser también el primer disco de jazz que surgió en Veracruz, “desde que el mundo es mundo”, comentó Adolfo.

 

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El resto de las canciones del disco: Festival, Adriana, Rompe dedos, Trilogía, Tres a las once, Vals triste, se desbordaron frente al poster de Thelonius Monk, quien avisaba al público la locura homogenizada de los vampiros del jazz en Xalapa, que se inyectaría de monstruosos impulsos de originalidad en lo que estaba por venir. Se improvisaron otros clásicos como You Don’t Know What Love Is; Come Together, a un estilo de Marcus Miller, en una pelea fraternal de bajos entre Lucio y otro joven bajista que se subió al escenario, acompañados por la batería mágica de Adolfo. The Chicken, Mercy Mercy, All The Things You Are y Footprints, se adueñaron de los músicos para tomar formas estéticas desde los lagos que burbujean en el genio de cada una de sus neuronas para generar redes de una cabeza a otra. Es la amistad, son los años, son los mismos seguidores de su música desde hace veinticinco años, son los colegas muertos, es la Xalapa que creció con un jazz que se entrañó desde que los fantásticos locos comenzaron a habitarla, lo que ameritó una tertulia histórica musical.

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Lucio Sánchez: Entrevista 17 de julio, 2012

Esperé a Lucio sentada en una banca del parque Juárez, frente al Ágora de la ciudad.

 
Foto del 2018, por Iván Durán.
 

“Soy xalapeño, de los pocos xalapeños que aún quedamos. Tengo 60 años, nací en diciembre del 51 y, te digo, casi más de 40 años haciendo música, o intentándolo, al menos. Dices que me veo joven, a un maestro en España le decían que se veía muy joven, él decía ‘es que yo sigo en el rock and roll’. He hecho de repente temporadas, yo me hice en la calle, como digo, no hice una carrera de música, estudié un poco al principio la técnica, y después para hacer esto del jazz pues hay que estudiar algunas cosas. No estudié en institución, digamos, hasta el 2000 estuve haciendo una residencia en España, en Madrid, pero aprendí aquí con los amigos, con la gente que llegaba a Xalapa, con los videos, con las cosas que había en la época.

Nosotros iniciamos este movimiento en 1972, yo empiezo más o menos en esa época, y antes hubo otras gentes, como Memo Cuevas… no sé, yo me acuerdo de él, con él yo empecé a tocar y llegaron maestros, hubo un Mark Grey que llegó en 1972, 73, 74, que aparece el logo en alguna grabación con Hubert Laws, un flautista, y yo lo vi en algunos videos con Randy Brecker y Michael Brecker que, no sé, aparecen en Youtube. Yo lo vi con ellos, con los Brecker brothers, llegó aquí como en 1972,73. Con Franco Bonsagni, yo aprendí también, que llegó en 1976, más o menos, con Memo Cuevas. También vino por aquí un pianista, Carlos Tercero, que ahora anda por el DF, muchas gentes con las que uno aprendía… cuando llegaban por aquí uno aprovechaba. Yo recuerdo que como en 1979, 80, nos reuníamos en la casa de un amigo que falleció hace poco, Gilberto, nos reuníamos casi tres veces por semana, varios años, cinco, seis, siete años nos estuvimos reuniendo y aprendiendo, aprendíamos así tocando con la gente que llegaba, con Franco, con Carlos Tercero, con gentes que sabían más que nosotros y nos enseñaban y sobre todo que más para nosotros el aprendizaje era de la práctica, de estar tocando todo el tiempo, de estar conociendo temas. Yo veo que a los chavos que ahora dicen de repente, como que están no sé, como descubriendo cosas que desde hace mucho tiempo se han estado haciendo. Está interesante que haya una escuela y qué bueno, pero la música, el jazz y todos los estilos requieren de tiempo, de mucho tiempo. Es importante conocer la técnica, conocer la armonía, todo lo que se pueda conocer de la música y luego desarrollar el estilo que uno desea.

 

 

Antes la información era… yo creo que ahora con el Internet y la tecnología es muy fácil encontrar muchas cosas. Aquí había una tienda o dos de discos que de repente pues nos llegaban y todo mundo los iba a comprar o los copiábamos después porque no había mucha información y así se aprendía. Con la gente que llegaba, con la gente que traía discos de otra parte o que nos enseñaba de afuera de Xalapa.

Yo creo que como todo, uno empieza a interesarse en las cosas cuando las empiezas a conocer, de ahí te llama la atención y yo creo que para mí ha sido muy curiosa la forma en que me he metido a la música, en que yo empiezo la música que fue que yo decía que todo era como una coincidencia, siempre me sucedió. Desde luego hay antecedentes en mi familia, en que una tía mía cantaba ópera, de repente me acercó a la música; yo empiezo a tocar en un grupo en la primaria, en un grupo de percusiones y empiezo a oír y a conocer un tío que tocaba en música como de salsa, empieza uno a escuchar y empiezas a conocer gente que está metida en el ambiente musical, yo empecé a oír… desde que tengo uso de razón había un radio en mi casa y empiezas a oír la música y empiezas como a meterte en ella, hasta que un día yo en la secundaria encuentro a un amigo que lo veo que siempre está rodeado de gente, sobre todo de chicas… ¿no? (sonrisa) porque él tocaba bossa nova, empecé a oírlo… en la casa de esta tía había un piano, empiezo a sacar, sólo, una melodía, no sé qué tocaría, pero empiezo a meterme más en la música y cuando conozco a este amigo y lo escucho, me empieza a gustar más porque empiezo a oír diferente la manera de tocar y de presentarme en la música y, un día pasando por su casa de repente lo veo estudiando y me paro ahí, para ver qué estaba haciendo y ya me ve… me invita así a pasar, empieza a tocar, pues empiezo a escucharlo hasta que volteo así a un rincón y tiene un bajo; me dice ‘agarra ese bajo y acompáñame’, y yo le digo ‘yo no sé tocarlo, nunca he tocado un instrumento de estos, no sé’; me dice ‘no te preocupes, yo te digo cómo’.

Entonces me pongo a tocar o al menos eso pensaba, me estuve unas horas con él, ya para cuando se empezaba a hacer de noche; le agradezco el que me haya dado la oportunidad de tomar un instrumento y tocarlo. Me despido de él, empiezo a bajar y como a media cuadra me alcanza y me dice ‘oye voy a tocar en la noche, ¿por qué no vas y tocas conmigo en el grupo?’. ‘Oye, pero es que yo no sé tocar, ya viste lo que hice ahí contigo’. Me dice ‘no pues con eso ya puedes tocar conmigo’, y toqué con él y a partir de ahí seguí tocando. Él es Humberto León, uno de los guitarristas con los que yo empecé a tocar también. Es un guitarrista extraordinario, autodidacta, que él sí, hasta donde sé, nunca ha ido a clases y yo creo que es de los guitarristas que tocan muy bien y que no ha parado de tocar desde que yo lo conozco en 1971. Sigue por ahí tocando, así empecé en la música. Luego se va uno metiendo cada vez más, conociendo gente, conocí a Memo Cuevas que es, yo creo, el que inicia el movimiento musical del jazz aquí en Xalapa; según me cuenta, él empieza como en el 68, 69 a tocar y yo empiezo a tocar con él hasta el 72, 73. Seguí escuchando los discos que me prestaban con este amigo Humberto León y con la gente que aparecía en Xalapa. Hasta el 75 que entramos dentro de las nóminas de la Universidad Veracruzana con un grupo de jazz que es el Orbis Tertius. Se llamaba Divulgación Artística, Difusión Cultural de la UV, un departamento en el que había grupos… una Orquesta de Música popular, un grupo de salsa, nuestro grupo de jazz, grupos de folclor, Sinfónica, grupos de teatro.

Yo creo que a nosotros nos llevó treintaytantos años y seguimos aprendiendo, seguimos viendo lo que sucede en otros lados. Yo creo que uno no debe perder la dirección. Qué bueno que haya una escuela ahora y que se madure, porque a nosotros nos ha costado todo esto. Cuando escucho que ya hay cien jazzistas en Xalapa, no sé si se puedan hacer tantos en tan poquito tiempo en una escuela; se debe madurar, debe pasar el tiempo, se tienen que aprender un montón de cosas. No sólo por aprender un repertorio ya se es jazzista; yo creo que tiene que pasar un tiempo y pues si a nosotros nos ha costado tanto, seguramente la formación ahora es más rápida, pero el aprendizaje, cualquier cosa requiere de tiempo, madurez que la escuela que ahora está tiene muy poquitos años. Ojalá sea cierto lo de los cien jazzistas.

 
De izquierda a derecha: Arlan Harris, Franco Bonsagni, Sparky Koerner, Memo Cuevas, Lucio Sánchez y Humberto León.
 

Yo creo que en todas las profesiones hay cosas… La música es muy curiosa porque por ejemplo nuestros grandes ídolos anduvieron metidos siempre en cosas raras, o de drogas, yo no sé. No sé, yo creo que algo que distingue al músico del jazz es que es un obsesionado del jazz, de la música, siempre está queriendo aprender, conocer y escuchar. Te hablo de mí, siempre quiero saber quiénes son los bajistas que están saliendo, qué es lo que están tocando, en dónde hay festivales donde puedo escuchar. Me he dedicado a viajar y aprender donde puedo, y a ir a festivales, me gusta salir.

(En Xalapa) han existido desde que yo me acuerdo, muchos lugares. Ahora mismo recuerdo un lugar que se llamaba El Zorros, era de un amigo nuestro, ahí tocábamos y había además un ambiente muy bueno, de camaradería con el dueño; y con las gentes que venían y se juntaban a tocar. Han existido varios lugares, sigue habiendo ahora. Lo que yo veo es que de repente como que no valoran en realidad y como que no les pagan bien a los chavos y algunos como que van… Siempre hay la gana de tocar y a veces piensan que el músico vive de los aplausos, pero también hay que comprar cuerdas, amplificadores, instrumentos, métodos; hay que gastar y de repente como que no se piensa en eso y se sigue pagando cualquier cosa. Pero sí hay lugares, yo toco en uno en Coatepec que se llama Alandalus, hace unos días fui a uno que se llama La Caña, hay otro que se llama La Lola, ahí van más jazzistas. Yo creo que siempre han existido lugares, en todos lados siempre hay un lugar donde se puede tocar jazz. A mí me gusta viajar, conocer lugares, pero en Xalapa siempre hay un lugar donde puedes escuchar algo, ver algo, danza, teatro, Sinfónica cada ocho días, salsa… ¡y jazz! Bastante jazz, es una de las pocas ciudades que ofrece tanta variedad de cosas, un rollo bastante cultural.

¿Qué es el jazz? (desprende una carcajada) La pregunta de los 64 mil… Yo creo que hay mucha gente que ha tratado y siempre se… no sé, para mí es una música que te permite expresarte con libertad y pues con conocimiento porque todo mundo decía “yo toco jazz”, pero no sé, implica más de una palabra. No sé cuál es la definición, es una música que te permite eso, que necesitas conocer un poco de la armonía, un poco de la técnica, es un lenguaje, para mí es un lenguaje, hay que aprender el vocabulario y hay que aprender una serie de cosas importantes y que todo se conjunta en esto que suena o que llaman el jazz.

Algo que yo he visto siempre es como unas ganas increíbles de hacer la música. Para mí es disfrutar todo el tiempo, sacar toda la energía, tratar de dar todo lo que uno puede. Para mí es algo muy extraño porque yo puedo estar tocando mucho tiempo sin cansarme pero terminando de tocar es como si toda la energía se me acabara; es algo raro, como que te inyecta una vitalidad estar en un escenario, estar tocando, la convivencia con los músicos, estar interactuando con ellos y presentándolo a la gente. Para mí es algo increíble, creo que es para todos los músicos. No sé en otras disciplinas, pero lo que yo veo es esto: uno termina de tocar y quiere seguir escuchando, quiere seguir comentando qué pasó en el escenario, lo que sonó bien, lo que a lo mejor no tanto. Quiere uno seguir ahí en el ambiente, se queda la energía ahí flotando. Es seguir siempre en la música, viendo, escuchando, informándote.”

 
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A la mitad de la foto: Lucio Sánchez, Franco Bonsagni.

El chipi chipi se convirtió en tormenta. Entramos al Ágora y nos lamentamos por no haber decidido entrar a un café.