Leyendas del jazz a través de los ojos del biógrafo: James Gavin

Por: Estefanía Romero

Su vida se basa en escribir lo que hicieron nuestros ídolos, pero esta ocasión él tuvo que contestar las preguntas sobre su propia vida y su maravilloso trabajo. James Gavin es uno de los personajes más interesantes que he conocido en la vida; en parte por su profundo conocimiento sobre las personalidades que documenta, pero también por la inteligencia y pasión con que se dedica a investigar, comprender y transmitir historias hermosas.

Aquí les presento la entrevista que hice a mi admirado James Gavin, nombrado “a killer biographer” por el Hollywood Reporter. Gavin es el autor de cuatro libros aclamados: “Intimate Nights: The Golden Age of New York Cabaret”, “Is That All There Is?: The Strange Life of Peggy Lee”, “Deep in a Dream: The Long Night of Chet Baker” y “Stormy Weather: The Life of Lena Horne”; así como de docenas de artículos para el New York Times. También es conocido como una figura de opinión pública mundial, fue nominado al Grammy y ha sido ganador de dos premios ASCAP Deems Taylor-Virgil Thomson por excelencia en periodismo musical.

Nueva York- Ciudad de México, julio 2018

-Vi tu participación en el documental de Anita O’Day, lo cual me hizo sentir muchas cosas, por todas las dimensiones que tocas en tu discurso. Recuerdo que dijiste sobre Anita que “ella siempre dice ‘es tan sólo mi trabajo cotidiano’… pero si ella está en sus 80 años y todavía quiere cantar, grabar y ensayar, entonces sabemos que significa mucho más que eso”. Eso fue increíble.

-Vi a Anita desde 1985, por primera vez, hasta que dio sus últimas presentaciones en Nueva York. Los últimos cinco, diez años, no fueron los de la Anita que recordamos; ella ya no estaba por supuesto en su mejor momento, pero había cierta magia en ella, un aura histórica gigante y era muy emocionante ver eso. Sabías que estabas frente a una leyenda, aun cuando ya no se trataba de la que recordamos por sus primeras grabaciones.

Lo que pasa con el jazz: puedes envejecer en el jazz y ser considerado valioso. Si eres un artista de rock and roll, la gente puede comprar tus boletos, pero la prensa se burlará de ti. Un jazzista crece y es visto como un artista con una importancia y experiencia de vida tremendas. Amo eso del jazz.

James Gavin y Sheila Jordan (cantante de jazz). Foto por: Marcelo Maia.

-Noté que, de hecho, tomas una perspectiva psicológica del personaje que analizas. ¿Cierto?

-¡Muchísimo! Sí. Es una de las partes más importantes de la historia para mí. Escribo estos libros porque estoy fascinado no sólo por la música que escucho, también por las vidas que la rodean, que la crearon. La psicología de estas personas tiene todo que ver con las opciones que tomaron en la forma que cantan o tocan. Me atrapan las historias de sufrimiento; de estas es donde surge el jazz, históricamente. Hoy en día, la mayoría del jazz que escucho es aburrido para mí, porque nace en conservatorios, en universidades; no nació en las giras, no nació de terribles circunstancias de vida que forzaron a sus creadores a encontrar la manera de expresar su pena, sus carencias. Eso para mí hace el jazz emocionante.

No le deseo pena y sufrimiento a nadie, pero de ahí es de donde salieron mis ídolos del jazz.

– Muchos músicos de jazz me han dicho que es muy difícil ser un artista, pero entonces yo les digo: Okay, pero tan sólo mira las historias de nuestros ídolos…

-Si fuera fácil ser un artista, entonces cualquiera lo haría.

James Gavin.

-James… dime cómo comenzaste tu carrera. ¿Cómo decidiste escribir sobre todo esto?

-Nací en la ciudad de Nueva York, pero soy adoptado. Mis padres adoptivos vivían en un pueblo donde mi madre vive todavía, llamado Yonkers, el cual se conecta con el norte de Manhattan, lo suficientemente cerca para tomar el autobús o el metro para llegar a Manhattan. Esto fue muy importante para mí.

Mi madre hizo una cosa fantástica por mí, me enseñó a leer cuando yo tenía cuatro años de edad. No había mucha música en nuestra casa, vivimos siempre en un departamento, pero había algunos discos. Había uno en específico, un viejo sencillo en vinil, que fue muy popular en Estados Unidos, en 1970. Se llamaba Tennessee Waltz, por una cantante de Oklahoma: Patti Page, una enorme estrella de pop en los años cincuenta. Esta canción es muy triste, es una canción country sobre rechazo; sobre una mujer que va a un baile de country con su amor, quien encuentra a otra chica. Esto tocó mi joven corazón, me relacioné de alguna manera con la historia porque yo ya tenía muchas historias y porque tenía una gran pasión por la lectura, por escuchar sobre los mundos por fuera de casa.

Todas estas cosas crecieron juntas en mi mente. Crecí año con año y comencé a escribir pequeñas cosas. Mi gran amor fue la música, especialmente me enamoré de la voz humana, los cantantes. Para la época que entré a la secundaria ya sentía una real pasión por escribir. Después entré a la universidad, para este momento ya sabía que quería ser un escritor. ¿Pero cómo? ¿Sobre qué escribiría? Existió un profesor con el que estudiaba escritura en la escuela, nos veíamos una vez a la semana. Le dije un día que me sentía fascinado por los viejos clubes que solían estar por toda Nueva York. Lugares donde había jóvenes artistas desconocidos. Me dijo que nadie había escrito un libro sobre ellos en aquellos tiempos, que sería maravilloso que alguien lo hiciera. Entonces me dijo las palabras mágicas: ¿por qué no lo haces tú? Y sentí una explosión en mi cerebro. Inmediatamente comencé a escribir ese libro. No tenía curriculum, ni publicista, ni agente, pero tenía muchos deseos. Comencé a escribir ese libro cuando tenía 20 años y se publicó cuando llegué a los 27.

Probablemente sabes qué pasó después. Comencé a escribir para un periódico, escribí artículos para muchos lugares. Porque amaba tanto la historia de la música, comencé a escribir artículos para varios CD’s. Después, a finales de 1994 quise escribir otro libro y se me ocurrió que nadie había dado con un verdadero amplio y comprensible libro sobre la vida de Chet Baker. Obtuve un contrato para hacer Chet Baker y después para hacer Lena Horne… y después para hacer Peggy Lee. Ahora estoy haciendo George Michael. Así que evidentemente me gustan estas enormes historias épicas sobre artistas que sufrieron mucho, en función de hacer lo que hacían.

André Previn (compositor, director y pianista) y James Gavin.

-Es muy interesante. En tu camino has encontrado a tanta gente interesante, como las ex esposas de Chet Baker y muchos otros personajes… ¿Qué ocurre detrás de todo este trabajo de investigación? ¿Qué ves? ¿Qué sientes?

Amo investigar más que cualquier otra cosa. Amo entrevistar gente. Amo ir a la biblioteca. Amo ser un detective. Amo encontrar una misión y resolver el enigma de las vidas de las personas.

Cuando estaba creciendo, mi espacio seguro era la biblioteca; era ahí donde buscaba revistas y libros que tenían que ver con música. Buscaba biografías de músicos y aprendí casi todo lo que sé adentro de la biblioteca. Cuando aceptas escribir uno de estos libros debes saber todo lo que puedas. Mucha información no existía en la biblioteca, como hoy la hay en Internet. Pero yo juntaba cada pieza de la información que podía encontrar, para tener en mi cabeza una noción de la vida de la persona. Estuve en Londres, en la Biblioteca Británica y tomé 100 artículos sobre George Michael. Quiero verlo todo. Después comienzas a pedir a la gente que hable contigo. Les pides entrevistas y esperas que digan que sí.

En ese punto, cada vez que entrevisto a alguien me canso en verdad, porque hago preguntas por horas a todos y es como sostener un diamante contra la luz. Cuando escribes uno de estos libros, quieres ver todas las formas posibles y todos los lados posibles, en el sentido más completo de lo que fue ese ser humano; porque se trata de historias muy complicadas, estos artistas son muy contradictorios, pero al final sus vidas realmente tienen sentido. Y más aún, como escritor, trato de comprender qué significó esta historia a gran escala.

Esta es mi perspectiva, no existe una única perspectiva. Los veo a ellos y veo lo que veo; no escribo libros en los que simplemente vacíe datos, tengo una perspectiva. Miro a Chet Baker y a toda la gente que he cubierto, veo a través de sus ojos. Quien quiera es bienvenido a recibirlo a través de sus propios ojos. Pero amo investigar. Escribir es difícil para mí; hablando de la dificultad de elegir una línea creativa, hacerlo es un infierno, pero investigar es el paraíso.

Helen Merrill (cantante de jazz), James Gavin y Michel Legrand (compositor, arreglista, director y pianista de jazz).

-Dijiste en una entrevista que no te gustaba editar la verdad. Me encantó porque hablas de empatía, de darle al personaje todas sus caras.

-Si quieres contar una de estas historias, pero no tienes empatía, no deberías hacerlo. Empatía es encontrar algo en tu propia vida, que te permita sentir lo que alguien más está sintiendo. Si escribes uno de estos libros juzgando, criticando a alguien, no está bien. Tienes que comprender. Creo que elegí todos mis sujetos porque si comprendo sus vidas, tal vez me enseñen algo sobre mí. Se trata obviamente de gente que me atrapa, gente que me ha tocado tanto como su música. Si algo te toca, si una canción te toca, si una pintura te toca… quiere decir que tocó algo similar en tu vida, has experimentado de qué se trata. Eso es esencial para comprender lo que alguien ha pasado.

El dolor es algo con lo que me puedo relacionar, créeme. Estos artistas que elegí, realmente todos; todos los artículos que he realizado, casi todos los artículos; y ciertamente todos los libros, son sobre gente que realmente conoció el dolor, íntimamente, este es un aspecto de su trabajo que toca a la gente, a quienes viven esas experiencias de una forma y otra. Algunos de nosotros hemos experimentado muchísimas. Y cuando escuchas una canción que te toca significa que alguien la entiende. Yo crecí con cantantes y las voces de los discos eran como mis amigos. Estas viejas grabaciones de gente que nunca conocí, pero las voces en estas grabaciones que amo de June Christy, Peggy Lee, Lena Horne, son tantas… dios mío… ¡tantas! Se sienten como mis amigas porque las comprendo.

Mark Murphy (cantante de jazz) y James Gavin.

-Mencionaste la subjetividad. Mucha gente dice que un escritor o un periodista no debe ser subjetivo, pero creo que es imposible no serlo, ¿cierto? Uno siempre tiene su propia perspectiva. Yo, como investigadora de la crítica de jazz -entre otros temas relativos-, que vive en México, he batallado para obtener mucha información sobre la formación de un crítico de jazz. ¿Qué dirías tú que funciona como periodista de jazz? ¿Qué hace a un buen periodista de jazz? Desde tu perspectiva.

-Número uno es la habilidad de escribir. Muchos de ellos se llaman periodistas de jazz o aman el jazz, pero no escriben bien. Esto me ofende. Yo no me llamaría esquiador si no sé cómo esquiar. Debes tener las herramientas, debes tener las habilidades, no se trata tan sólo de amar algo. Es sobre hacer tu tarea. Yo me tomo el arte de escribir muy en serio, y estaré aprendiendo cómo escribir por el resto de mi vida.

Número dos es conocer tu historia. Es como ser un profesor de historia, no puedes ponerte frente a una clase y hablar de historia si no has pasado años en la librería pensando en historia y en el enorme horizonte de todo lo que ello significa en el sentido del mundo.

Yo no soy músico, no sé escribir, leer o cantar música. Por ello no me atrevería a escribir un libro sobre John Coltrane, por ejemplo. Puedes amar a John Coltrane sin saber nada sobre música; pero si quieres escribir sobre él, la música tiene un nivel técnico tan complejo que creo que realmente ayuda saber música desde una perspectiva técnica. Pero yo escribo más sobre cantantes, y los cantantes son los artistas con los que más me puedo identificar, porque los cantantes utilizan el lenguaje para contar historias.

¿Qué debe tener un periodista de jazz? Pasión, claro. Si vas a escribir sobre arte debes sentir pasión por ella, y nunca olvidar el hecho de que todo esto es entretenimiento. Si vas a escribir sobre un concierto de piano, si escribirás sobre una ópera, o un ballet, o rock and roll, todo es entretenimiento. Nadie compra boletos para un show en función de aprender, compran boletos de un show para pasar un buen rato, el escritor nunca debe olvidar eso. De otra manera has escrito un artículo académico sobre algo que ha intentado darle a la gente un buen momento.

-Y tú siempre eliges temas muy interesantes. Escribes sobre cine, moda, música clásica… Es muy difícil no sentirse atraído.

Comentaste la conexión que tienes específicamente con las canciones. Las canciones de jazz tienen una literatura muy interesante. Yo escribí hace años un artículo sobre la poética de Cry Me a River, que me parece muy profunda y hermosa, por ejemplo. Háblame sobre esta conexión que tú sientes.

Yo conocí al hombre que escribió Cry Me a River, su nombre es Arthur Hamilton. Él llevó a Julie London a su baile de graduación de la secundaria. Arthur sigue vivo y vive en Beverly Hills, me imagino que debe tener más de 90 años hoy en día. Su época fue en los años 50 y 60, aunque él siguió escribiendo canciones, antes de que el rock and roll lo cambiara todo.

El colapso de la canción popular fue muy específico en el sentido que estas canciones solían tener formas muy tradicionales, la mayoría de estas canciones siguieron esas formas, sin experimentar con las reglas. Esas canciones mediocres, hechas por escritores mediocres, por ejemplo, no tenían rimas a la mitad. Usualmente los ritmos de las canciones estaban basados en los ritmos de la conversación, existe una palabra para ello en inglés: prosodia. Prosodia significa la forma en que las notas y las palabras engranan sobre la cadencia de la conversación y nunca se mueven hacia arriba cuando deben ir hacia abajo. La manera en que yo hablo es básicamente la forma en que un cantautor compone, porque quiere sonar como una conversación, eso era todo.

Pero el rock and roll vino a cambiar esas reglas, la forma se hizo más relajada. Yo podría decir que el arte sufrió y lo hizo porque ya no era una forma precisa y hermosa, y la artesanía de la canción popular se hizo algo diferente; se convirtió en algo sobre ritmo, energía, emoción, pasión y romper las reglas. Una gran tradición de escribir canciones comenzó.

Sin embargo, creo que mi respeto va dirigido a los grandes compositores y poetas de la canción popular, que eran impecables. Noel Coward: genio; Cole Porter: genio; Ira Gershwin: genio. Estos hombres conocían el lenguaje y la artesanía popular de una manera que casi nadie lo hace hoy. La artesanía era esencial, tenías un mensaje, tenías la idea, pero también tenías las reglas del arte que seguías y eso para mí es hermoso.

James Gavin y Kay Starr (cantante de jazz y pop, a la que Billie Holiday llamó “la única mujer blanca que puede cantar el blues”).

Muchas gracias, James. Eres tan inspirador como los personajes maravillosos sobre los que escribes.